La “mesa paritaria” que “estableció” por “común acuerdo” una recomposición salarial para los empleados públicos de un 5 por ciento retroactivo a julio de este fatídico 2020, es lo que ha marcado la agenda de esta modesta columna y línea editorial sobre la política formoseña.
Tras tantos años en que el gobernador Gildo Insfrán ha salido bien parado de todos los embates que vinieron a cuestionar su liderazgo político en la provincia, ha quedado claro que la función que cumple reviste un cariz de vitalicia. Dicho de otra manera, mientras Gildo camine por este mundo terrenal, será el Gobernador de Formosa para bien o para mal, y la modesta población formoseña ve en él un director de los destinos que a esta altura nadie puede cuestionar.
Y debe agotar mucho tener que dirigir los destinos de tanta gente por varias décadas, y si bien, podría dar un paso al costado, pues dinero ya tiene, lo que lo mantiene es el poder. Y esto no necesariamente puede ser malo, ya que Gildo conoce tanto a Formosa y a los formoseños que es muy probable que piense que sin él, no vamos a saber elegir nuestro camino comunitario como sociedad y también, viendo la idoneidad personal, política y profesional de quienes podrían eventualmente sucederlo no llenan sus expectativas, decide mejor continuar él al frente de todo.
Y es cierto, porque la sombra de Gildo es tan grande que nada crece bajo ésta. No porque el primer mandatario no quiera, sino quizás porque la dirigencia política no está a la altura de las circunstancias. En ninguno de los partidos.
Quizás si apareciera un personaje político con el carisma, el liderazgo y la decisión como para ser un heredero político que garantice una buena administración financiera, social, política, sindical, territorial, municipal, sería otro el escenario. Pero eso no hay en Formosa, y el único que tiene todas esas habilidades juntas está justamente en el lugar de administrador general de los destinos de la provincia.
El primer párrafo fue una ironía. Es que no hay consenso, ni diálogo, ni propuestas, solamente hay una decisión del Gobernador. Quizás, repito, no es que el gobernador no quiera dialogar, simplemente es que no hay alguien a la altura de su dialecto.
Es casi como una salita de jardín de infantes, si la maestra no está (Gildo), los jardineritos (nosotros) vamos a perder el control, podríamos lastimarnos, estaríamos desprotegidos, desorientados, y a merced de cualquiera. Al final, Gildo nos agarró cariño, y no quiere soltar las riendas de la conducción general en la provincia, porque sabe que no estamos preparados, ni hay alguien preparado para sucederlo, entonces sigue capitaneando el barco.
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