La escalada de precios sigue carcomiendo el salario escuálido de los trabajadores formoseños y empuja a cientos de familias a la pobreza y quienes estaban ya en una endeble situación social, quedaron directamente relegados a la indigencia.
Muchos políticos se llenan la boca con explicaciones como “esto pasa en todo el mundo”, o “es un fenómeno económico fomentado por corporaciones económicas”, pero en realidad, lo que ocurre es una enorme impericia de los políticos que se pasan de inútiles.
Con este panorama, en Formosa hay 89.239 personas pobres y 34.344 indigentes, que no son sólo números, sino familias enteras que no pueden cubrir sus necesidades básicas.
Ancianos que sufren, niños que no comen, padres que no dan abasto, una crisis social tremenda que a ningún político parece importarle, ya que no aportan soluciones inmediatas y los aumentos de sueldo son tardíos, con porcentajes siempre por debajo del acumulado inflacionario. En definitiva, un desastre.